jueves, agosto 03, 2006

Fidel

Ahora que parece que Castro podría morir, me imagino que toda esa gente que lee varios periódicos para tener distintos puntos de vista y escucha el telediario con un dedo de atención en la mejilla podrá estar contenta. Con la muerte del sanguinario dictador que, además, está pasado de moda, un nuevo territorio más del mundo formará parte de la aldea global de la libertad y la democracia.
Nos acercamos al mundo perfectamente justo. Ayer escuché en la tele que un señor decía, ante la aprobación de los tertulianos, que los piquetes informativos de los huelguistas constituían un anacronismo en la "sociedad de la información". Y que había que erradicarlos. Poco después, un conocido mío defendía en nombre de la libertad el derecho de los trabajadores a no hacer el descanso reglamentario.
En un mundo tan justo, tan libre y tan demócrata se va apagando la última luz de la disidencia, el último rescoldo de la hoguera de otros tiempos.
Supongo que algún día los arqueólogos estudiarán con romántica curiosidad los restos de esa Numancia insular en la que durante casi un siglo sufrieron la terrible desgracia de apenas tener automóviles.